El siguiente postulado de la teoría de la personalidad de Rogers cae por su propio peso, la conducta del organismo solo puede ser comprendida desde el particular contexto de percepciones, necesidades, emociones, etc. del propio individuo. Es decir, la conducta es el resultado de una configuración personal integrada por las experiencias sensoriales (relativas al medio ambiente), las experiencias viscerales (necesidades y emociones), los procesos de simbolización y el logro de la meta (satisfacción de necesidades). La forma objetiva de la conducta por sí misma y sus nexos ambientales no puede revelar su significado total.
Y aquí vienen una serie de postulados que inciden directamente con el propósito de este artículo y me refiero a los concernientes al si-mismo.
“8) Una parte del campo perceptual total se diferencia gradualmente, constituyendo el sí-mismo.
“9) Como resultado de la interacción con el ambiente, y particularmente como resultado de la interacción valorativa con los demás, se forma la estructura del sí-mismo: una pauta conceptual organizada, fluida pero congruente, de percepciones de las características y relaciones del “yo” o del “mi” conjuntamente con los valores ligados a estos conceptos.
“10) Los valores ligados a las experiencias, y a los valores que son parte de la propia estructura, en algunos casos son valores experimentados directamente por el organismo, y en otros son valores introyectados o recibidos de otros, pero percibidos, de una manera distorsionada, como si hubieran sido experimentados directamente.
La primera gran distinción importante tiene que ver con el sí-mismo y su estructura. El uno tiene que ver más con las experiencias sensoriales y viscerales y el otro con los procesos de simbolización. El primero está mejor fincado en la biología del organismo, y es intrínsecamente congruente, mientras que el segundo es influido poderosamente por el entorno social, al punto de que los valores que lo rigen pueden ser contrarios a los organísmicos, frecuentemente no se puedan distinguir de éstos, y requiere de un esfuerzo especial para mantener su consistencia respecto a la información que proviene de la experiencia. Lo que el individuo cree de sí mismo coincide en diversos grados con lo que es, y puede llegar a ser “más importante” que su sí-mismo real.
Los siguientes dos postulados revelan la relación que existe entre la estructura del sí mimo y el comportamiento.
“11) A medida que se producen experiencias en la vida del individuo, éstas son; a) simbolizadas, percibidas y organizadas en cierta relación con el sí-mismo, b) ignoradas porque no se percibe ninguna relación con el sí-mismo, c) se les niega la simbolización o se les simboliza distorsionadamente porque la experiencia no es compatible con la estructura de sí mismo.
“12) La mayoría de las modalidades de conducta que el individuo adopta son compatibles con el concepto de sí-mismo.”
Aquí vemos, primero, cómo se fractura aparentemente la “totalidad” del individuo, al tener dos fuentes de información que pueden ser incompatibles: la experiencia y sus procesos de simbolización, el sí-mismo y su estructura, sus propias necesidades y las de los demás. Segundo, cómo es importante la congruencia y en aras de lograrla puede sacrificar información valiosa de sí-mismo pero percibida como “amenazante”. Y tercero, cómo el significado de sus propias experiencias puede ser distorsionado para preservar la aceptación de los demás, y la consistencia de la estructura del sí-mismo. El problema de la autoestima tiene una doble vertiente: a) la confusión entre lo que soy, lo que creo que soy, y b) un no tener claros los parámetros que me indiquen qué información debe ser la más importante para mi.
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